Libertad Digital
"No quiero ir nada más que hasta el fondo", fue el último rastro que Alejandra Pizarnik dejaría en su departamento en Buenos Aires, Argentina, antes de decidir terminar con su vida con una sobredosis de seconal sódico (un medicamento utilizado para tratar el insomnio) el 25 de septiembre de 1972. Una semana después su cuerpo sería encontrado.
Su poesía estuvo marcada por dos aspectos: su infancia en Buenos Aires, su ciudad natal, y su fascinación por la muerte, camino que ella misma eligió a la edad de 36 años.
A su auxilio acudió una amiga, que la llevó, ya sin vida, al Hospital Pirovano. La muerte, tantas veces mentada por ella, en su vida y en su obra, fue a su búsqueda bajo la forma del suicidio. Los amigos que, al día siguiente, la velaron en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores se repetían, entre susurros, los unos a los otros: "Fue accidental, fue accidental".
Pero, más allá de conjeturas, poéticas y no tanto, ¿qué buscaba Alejandra Pizarnik con esos versos? La respuesta está, quizás, en lo que ella misma contestó a una pregunta similar en 1964: "Una escritura densa hasta lo intolerable, hasta la asfixia, pero hecha nada más que de vínculos sutiles que permiten la coexistencia inocente, sobre un mismo plano, del sujeto y el objeto, así como la supresión de las fronteras habituales que separan a yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos". No obstante, como advierte la crítica, "cada uno de sus poemas es una verdad" y sin ella "no podríamos vivir". "Escribió sin descanso desde los quince años por “fervor, fidelidad, devoción, seguridad de que allí está la vía de salvación”. De qué había que salvarse, no lo sabía, y acaso por eso escribía. Escribir poesía, ella lo supo muy bien, es una actividad peligrosa, uno se arriesga, arriesga su vida haciendo un poema".
3 poemas para recordar a Alejandra Pizarnik
Despedida
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.
La carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Yo soy
mis alas?
dos pétalos podridos
mi razón?
copitas de vino agrio
mi vida?
vacío bien pensado
mi cuerpo?
un tajo en la silla
mi vaivén?
un gong infantil
mi rostro?
un cero disimulado
mis ojos?
ah! trozos de infinito
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