Libertad Digital
Se cumplen 83 años de que la magnífica poetisa, Alfonsina Storni, dejara este terrenal mundo. A pesar de eso, su nombre y sus versos se instalaron para siempre en la literatura. Personalidad de vanguardia, defendió los derechos de la mujer en sus poemas y luchó contra el estereotipo femenino de la época.
Nacida en Sala Capriasca, Suiza, el 29 de mayo de 1892, se trasladó con su familia a los cuatro años a la provincia de San Juan en Argentina, país que la adoptaría como propia. Después de la muerte de su padre se vio obligada a trabajar: costurera a domicilio, obrera en una fábrica de gorras y actriz; incluso, realizó una gira teatral en 1907. Más adelante se dedicaría a la docencia en la provincia de Santa Fe hasta que en 1912 se trasladó a Buenos Aires a punto de dar a luz a su hijo Alejandro Alfonso Storni de cuyo padre había decidido no hablar aunque se cree que era un político santafecino casado.
Su vida estaría llena de contratiempos y de dolor. De vez en cuando, agobiada por las necesidades y el exceso de trabajo, Alfonsina caía en profundas crisis a las que ella llamaba “mi neurastenia”. Todos sus sentires fueron derramados a través de la tinta en versos. Acerca de su primer libro de poemas afirmó “Un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir”. Después vinieron otros poemarios: El dulce daño, Irremediablemente, Languidez, Ocre, Mundo de siete pozos, Mascarilla y trébol. También escribió poemas en prosa y teatro.
En su segundo libro, El dulce daño, encontramos el famosísimo poema “Tú me quieres blanca” donde se afirman las constantes de su poesía: la protesta femenina y la incomprensión masculina, según Conrado Nalé Roxlo en la biografía Genio y Figura de Alfonsina Storni de Editorial Eudeba.
Por otro lado, la fascinación por el mar en su poesía es evidente. No solo aparece en innumerables versos sino que protagoniza poemas como es el caso de “A un cementerio que mira al mar”, un poema escrito después de un viaje a Uruguay que resulta una inquietante reflexión que conjuga la muerte y el mar. En el poema “Frente al mar” el yo poético le hace un reclamo al mar exaltando su poder frente a la insignificancia de su figura humana. En “Dolor” desea estar a la altura del mar, tener la fuerza y el valor para sobrellevar la vida. “Yo en el fondo del mar” nos deja una imagen bucólica de su vida imaginaria en las profundidades del océano.
En 1935, mientras veraneaba en Uruguay fue embestida por una ola y sintió un dolor punzante en el pecho que la hizo estremecer. Así el mar le revelaba la enfermedad que la llevaría al final.
En septiembre de 1938 estuvo en la casa de su gran amiga María Sofía Kusrow en Colonia, Uruguay. Allí había dicho “Es posible que si se reproduce mi mal, yo venga a esta finca para elegir la costa en que he de embarcarme.”
Sin embargo, el martes 18 de octubre tomó un tren a Mar del Plata, allí se hospedó en la pensión San Jacinto. El jueves 20 pasó el día escribiendo. El viernes los dolores se agudizaron; el sábado, con mucho esfuerzo, llevó al correo su último poema: “Voy a dormir” y el lunes muy dolorida, dictó una carta para su hijo “Suéñame que me hace falta”, le pedía.
El martes 25 salió de la pensión alrededor de la una de la mañana, horas más tarde encontrarían su cuerpo en la playa “La Perla” donde hoy se erige un bellísimo monumento en su honor obra de su amigo y escultor Luis Perlotti.
Se había embarcado con rumbo final. Seguramente una lágrima se habrá fundido con el mar. Hoy el mar lleva consigo la tristeza poética de Alfonsina contenida en esa lágrima. Sus penas y dolores habían terminado. Nos dejó su invaluable poesía y su ejemplo de militancia feminista.
El soneto “Voy a dormir” llegó a tiempo al diario La Nación para salir al pie de su necrología.
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
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