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"Soy el último docente que fue a Base Esperanza durante el año pasado, ahora cortaron las clases por la pandemia. En este momento estamos en Ushuaia con mi familia, lugar donde vivimos", comenzó diciendo.
"En un principio, fue un momento de preocupación para toda la dotación, por lo que estaba pasando en el país y el resto del mundo", manifestó.
"Cuando se suspendieron las clases presenciales, mi esposa que estaba como directora se comunicó con el Ministerio de Educación de Tierra del Fuego para ver en qué situación seguíamos porque el virus no estaba en la Antártida. Ahí se toma la decisión de que continuemos normalmente", contó.
Zalazar recordó que la decisión de irse a la Antártida "no solo es personal sino que incluye a toda la familia y los parientes. Uno debe dejar el lugar que reside para ir a otro muy distinto, no solo por el lugar geográfico donde se encuentra sino también por el clima, que es muy hostil".
"En 2018 fue nuestra primera vez. Teníamos mucha incertidumbre porque no conocíamos. En la escuela de Base Esperanza se trabaja con la modalidad multigrado, que significa que todos los alumnos que van a la escuela trabajan en un mismo salón", dijo.
"Vamos planificando las clases de acuerdo al grado en que está cada niño y se va complejizando el mismo contenido", explicó.
"Trabajamos colaborativamente. Es una experiencia muy rica porque los más pequeños van adquiriendo otros conocimientos porque están con los más grandes", resaltó.
Los chicos que van a estudiar a Base Esperanza son hijos de personal de Ejército, de científicos y docentes.
Sobre la vida cotidiana en Base Esperanza repasó que "en la Antártida no manejamos dinero. No hay supermercados, tiendas, shoppings o cines. Los víveres van a principio de año en el rompehielos Irízar, que abastece a todas las bases. Esa mercadería se guarda en cámaras o almacenes para que la consumamos durante todo el año".
"Además le enseñamos a los niños a clasificar la basura en cuatro grupos, porque lo que generamos no se puede quedar ahí. Se trata en un lugar específico de la base donde hay personas asignadas para esa tarea. Recolectan la basura, ven si está bien clasificada, la compactan y al final del año vuelve al continente para ser tratada", detalló.
"Existe la posibilidad de volver a la Antártida, pero ya sería una decisión familiar. Por ahora no, vamos a quedarnos con Ushuaia", expresó.
"Siempre quedan esas ganas de volver porque se viven cosas indescriptibles. Te encontrás con paisajes maravillosos, la fauna es dueña del lugar, está en todos lados. También se puede ver fósiles. Uno queda fascinado", aseguró.
¡Escuchá la historia de Víctor y su familia!
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