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La Olimpiada consta de dos instancias: un examen teórico, que define a los 15 finalistas, y una fase final con desafíos prácticos en Buenos Aires. El premio es una beca para estudiar en el ITBA: del 50% para el tercer puesto, 75% para el segundo y 100% para el campeón. “El ITBA es un instituto súper prestigioso. Para mí sería un sueño poder estudiar allí”, expresó la estudiante.
La pasión por la tecnología
Valentina descubrió su vocación en el colegio, uniendo su interés por la biología con la construcción y el diseño. “Desde muy chiquita me gustó armar cosas y cuando conocí la bioingeniería sentí que era lo mío. Todo lo que tenga que ver con desarrollar y crear me apasiona”, relató.
Su primer contacto con la Olimpiada fue en tercer año. “Ese año participé por primera vez y pasé a la final. Cuando llegué a Buenos Aires me dijeron que era la más joven del certamen, con 15 años. Fue increíble. Desde ese momento supe que quería estar ahí”, recordó.
En la instancia final, los participantes enfrentan desafíos prácticos. “El primer año nos hicieron armar una pierna robótica con piezas de un juego de mesa y, otro año, un molino que debía bombear agua. Son proyectos mucho más divertidos porque no te dan instrucciones: solo requisitos que cumplir, y vos decidís cómo crearlo”, explicó.
Apoyo familiar y escolar
La estudiante reconoce que no sería posible sin el respaldo de su entorno. “Mis papás siempre me dicen que lo importante es la actitud y las ganas, que los resultados van a llegar solos. Eso me motiva a seguir”, afirmó.
También resaltó la compañía de sus compañeros de curso. “Un año me tocó rendir el examen durante un viaje escolar a Córdoba. Lo hice desde un restaurante, llorando porque pensé que me había ido mal, pero mis amigos me abrazaron y me bancaron siempre”, contó.
Entre la adolescencia y el futuro
Pese a su disciplina académica, Valentina aclara que mantiene un equilibrio. “Busco un balance: estudio mucho porque es lo que quiero para mi futuro, pero también salgo con mis amigos, juego al hockey y disfruto como cualquier adolescente”, aseguró.
Además, destacó la responsabilidad que implica usar la tecnología en la vida cotidiana. “Estar rodeados de pantallas puede llevar a perder el tiempo, pero si uno tiene claro su objetivo, sabe en qué enfocarse y qué sacrificar para llegar a lo que sueña”, reflexionó.
Una meta clara: la bioingeniería
Valentina tiene decidido su camino. “Quiero estudiar Bioingeniería en Buenos Aires. Estoy re emocionada, aunque también con ansiedad. Pero me tranquiliza saber que allá vive mi hermana, que ya está haciendo su residencia en anestesia, y también tengo un amigo que hice en las Olimpiadas”, comentó.
Mientras tanto, participa del programa de pasantías de su colegio, donde comenzó a trabajar en el Centro de Estudios Moleculares. “Me costó encontrar un lugar porque acá no hay mucho relacionado a lo que me gusta. Pero gracias a la gestión de Sabrina Goyoaga, la directora del colegio, pude empezar en un espacio ideal. Estoy feliz”, destacó.
Mirá la entrevista completa.
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